Aún no se muy bien porqué. Ni si quiera recuerdo como empezó todo. Supongo que soy una de esas personas que no se conocen a sí mismas. Podría decir que soy impulsiva, quizá mentiría. Pienso mucho acerca de las decisiones antes de tomarlas, quizá también miento ahora.
Entré en su despacho, me propuso un cambio así que me marché de mi ciudad, de mi país y de mi casa. No me costó mucho, las típicas inseguridades ante un cambio así. Tenía miedo, aún no sé de qué exactamente. Dejar mi país, no me considero una patriota, tal vez lo soy. ¿Mi país? Bueno, el lugar donde nací y crecí.
Llegué a Alemania una tarde de Febrero. Había una tormenta de viento, no me gusta el gris. Intenté ser feliz, pensé que era una oportunidad para empezar de cero. Aquí estaba mi error, no se puede empezar de cero con uno mismo, te llevas los problemas contigo cuando el problema eres tú.
Me tuve que marchar otra vez, al cabo de un año. Es tu oportunidad! decían todos. Cuando lo oyes muchas veces acabas por creértelo, me marché de nuevo. Quizá sea mi destino, no parar jamás. De esta manera siempre te queda un sitio donde ir, sabes que en un punto todo acabará, tendrás otra oportunidad.
Hice las maletas, como Nacho Vegas me fui al Norte del Norte. Recuerdo porqué.
Entramos en un restaurante, había un cuadro. Un cuadro en color sepia con montañas o colinas que rodeaban un castillo. También había un río. Le hice una foto, quería verlo e hice las maletas, me fui al Norte del Norte. Lo encontré. No creo en el destino, o tal vez sí. Si creyese en el destino sería desde aquel día en el que entré en el castillo. Olía a vela, pero no había ninguna encendida.
