Su voz es parecida al viento de septiembre, cuando ella habla todo se oscurece y sientes un poco de frío. Su tez es grisácea, un poco pálida y enfermiza. Hace mucho que sus ojos se sumieron en las catacumbas de sus cuencas y solo envían un destello de vez en cuando. Su pelo negro parece un reflejo de su alma, cae largo por su espalda y no deja que pase la luz.
Sé que la voy a ver hoy y siento cierto desasosiego y ese nerviosismo que sube desde la boca del estomago hasta que se instala de forma prácticamente definitiva en la garganta. Tengo que respirar hondo porque cuando cierro los ojos aún recuerdo lo que me contó la última vez que nos vimos.
Ella se tumba en la cama en la misma posición que un muerto en la tumba e imagina que esta dentro de una caja fría de madera que no se abrirá nunca más, poco a poco nota presión en la cara y se da cuenta de que está a punto de romper a llorar. Entonces abre los ojos de golpe y mueve los brazos y las piernas para darse cuenta de que esta viva pero esa sensación de tristeza crónica semejante a las raíces de un árbol milenario que se retuercen alrededor del corazón no le permiten sonreír con sinceridad jamás.
Cada vez que intenta olvidarse de su tristeza las raíces de la enorme secuoya le oprimen el corazón con fuerza y le recuerdan quién es, y ella tiene que aguantar la respiración para que nadie se de cuenta de que soporta durante cada segundo sobre sus espaldas la verdad de la vida. Cree que nada tiene ninguna finalidad y simplemente sigue adelante intentando que todo sea lo menos doloroso posible.Se mantiene ocupada todo el tiempo para no pensar en lo insignificante y absurdo de la existencia. Siempre me pregunta ¿para qué? Ella cree que estamos entrenados para perseguir un sueño que ingenuamente creemos que hemos inventado nosotros mismos y que rebozándonos de idealismo perseguiremos hasta el final y cuando tengamos una vida que en nada o en todo, eso da igual, se parezca a nuestro sueño……. entonces nos preguntaremos ¿para qué?
Y yo nunca he sabido qué debo contestar.
Y ahora me miro las manos y veo que yo también,igual que ella,me estoy volviendo gris.